Virella nace del deseo de atrapar la ligereza de una flor en el aire, de darle una nueva voz al vidrio, más allá de la simple ventana o el recipiente. Cada plancha ha sido cortada y pulida sintiendo su transparencia, buscando esa pureza que no distorsione la belleza que va a acoger. La estructura, sencilla, casi invisible, es el abrazo discreto que sostiene la verdadera protagonista: la vida vegetal.
Cada probeta, moldeada con la paciencia del que espera la primavera. Pequeños cilindros de cristal donde un tallo solitario encontrará su hogar, su instante de lucidez. Y al unirlos, al disponerlos en esa verticalidad pensada, la magia ocurre. No es un simple jarrón con flores, sino un jardín que levita, una danza de colores suspendida en el espacio. En cada Virella que sale de las manos artesanas, va un pedazo del asombro del artesano ante la naturaleza, la alegría de ver cómo el vidrio, un material frío, puede abrazar la calidez de una flor y transformarla en poesía.